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atracción obvio es la Casa de la Moneda donde los Españoles, y luego los Bolivianos por un tiempo, hacían lingotes y monedas con la plata extraída del cerro.

El edificio no es el primer edificio original de los Españoles, ya que fue construido recién después de dos siglos de hacer lingotes y monedas en otro edificio; y por colmo, hoy en día, fue sometido al pecado de restauración barata a manos de los arqueólogos para hacerlo más bonito para los turistas, salvo una sala que fue preservada en su poderoso y expresivo estado original, con todas las marcas del trabajo y de los siglos pasados. Hoy, es un museo, con muestras de la maquinaria utilizada a lo largo de los siglos, incluyendo las herramientas de los dos siglos antes de la construcción de este edificio, desde las primeras cuñas y los primeros martillos hasta la última instalación a vapor, e incluso a electricidad, de los primeros años de este siglo, que es cuando terminó la actividad por haberse terminado la plata en el cerro.

Lo único interesante quizás - pero de gran interés - es ver las grandes maquinarias de dos pisos de altura compuestas de inmensos engranajes y ruedas dentadas, todo, únicamente de madera dura.



Los engranajes

Por alguna razón no muy explicable, también hay una importante pinacoteca sin relación temática, ya que es puramente religiosa, siendo su único vínculo con la Casa de la Moneda que data de la misma época.

Si bien, habitualmente, la pintura religiosa tiene todo en su contra, tanto por las eternas repeticiones de los mismos temas como por el cansador academismo de su tratamiento, en este caso, como bienvenida excepción, si bien los temas son obligatoriamente los de siempre, hay algo en la ejecución que da a los cuadros una chispa artística que despierta el interés. Esta pinacoteca tendría su lugar justificado en los más grandes museos de la Tierra y quizás sea lo más interesante de toda la Casa de la Moneda.

En mejor congruencia con el tema básico de esta Casa de la Moneda, hay también una muestra bastante nutrida de minerales útiles; entre otras cosas, hay un notable ejemplar de cobre nativo, o sea de cobre ya aglutinado naturalmente en una masa metálica homogénea separada de los minerales que habitualmente contienen el cobre en forma impalpable solamente; tan grande y puro es este pedazo de cobre nativo que, al ser golpeado, emite una resonancia reminiscente de una campana.

Naturalmente, después de tantas experiencias amargas en cuanto a la seguridad de nuestro coche, era fuera de cuestión dejarlo solo en la calle. Solucionamos la cosa arreglándonos con un policía uniformado y armado para que lo cuidara permanentemente en una zona de estacionamiento prohibido, frente a la Casa de la Moneda.

En cuanto al cerro que todavía domina, bastante majestuosamente, esta villa, o ciudad, cómo se la quiera llamar - después de haber sido sagrado para los >>>>>>>>