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Estamos en Desaguadero.  Mala suerte.  No se puede pasar.

Por el otro lado, pues; por la península y el estrecho de Copacabana.

Yunguyo, o Yungaya - según quien lo escribe, no hay que hacerse el difícil - último pueblo en el Perú.

Otro ejemplo de una contradicción que no cabe en una mente normal: por una parte, una plaza central con docenas de arbustos tallados en las formas más creativas, pero por otra parte, una falta absoluta y total de indicaciones viales hacia un lugar tan importante como lo es la frontera.

Y pedir direcciones es, aquí, como lo fue en todo el Perú, una aventura abismal.

¿Cómo será esta frontera entre el Perú y el Alto Perú - o sea Bolivia?

Si hubiésemos viajado por aquí hace unos 150 años, más exactamente entre 1836 y 1839, no hubiese habido frontera para cruzar; en aquellos años, Bolivia y Perú formaban aquella confederación que ya tuvimos que mencionar, proclamada por iniciativa boliviana pero disuelta por intervenciones extranjeras.

Es el momento de despedirnos de los Peruanos, a la antigua usanza incaica, cuando uno decía a manera de saludo "no seas ladrón, mentiroso, perezoso", y el otro contestaba "tú, tampoco".

Frontera a la vista.

Estamos en Bolivia. Sin problemas, ni de un lado ni del otro de la frontera, con sólo el tiempo necesario para unos sellos, unas firmas y, naturalmente, unos derechos - y ninguna revisación del contenido del vehículo; siempre el mismo fenómeno: tan hipnotizados con el vehículo mismo que no se fijan en lo que hay adentro.

Del lado boliviano, hasta tuvimos nuestra diversión secreta, tanto más jugosa y jocosa que no la podíamos mostrar, cuando los dignos oficiales bolivianos nos pidieron el documento internacional del vehículo, en el cual un gran sello rojo repetido muchas veces advierte claramente que dicho documento no es válido en Bolivia, y cuando, por encima mismo de dicho sello, ponían concienzudamente todos sus datos, sellos y firmas; muy divertido reírse por dentro con cara perfectamente seria por fuera - y de qué sirve dicho documento contradictorio, no sabemos.

Así terminó nuestra tan larga, intensa, estadía en el Perú.

Naturalmente, tuvimos que proveernos de pesos bolivianos. De repente, nos encontramos los orgullosos propietarios de bultos de papel-moneda; y, de >>>>>>>>