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Pero parece que el Sol quiere levantar la niebla, es lo que nosotros vemos. Además, las dos informaciones no son necesariamente contradictorias. Así que vamos.  Será subiendo, y mucho.

El camino subió tanto que nos metió en la ceguera de nubes de laderas. Pero, por lo que sabemos, seguirá subiendo mucho; así que, posiblemente, basándonos en experiencias anteriores, lograremos elevarnos a través de las nubes y encontrarnos encima de ellas.

Ahá, subimos a 3.300 metros de altitud, y se abrieron unos desgarros en el espesor de vapor; a nuestra derecha, divisamos parte del cono de El Misti con sus 5.820 metros, y a nuestra izquierda, las cimas angulares del nevado Chachani con sus 6.075 metros de altitud, sin dejarnos engañar por tan impresionante exactitud.

Nos detuvimos un rato para disfrutar las tajadas de panorama por los desgarros vacilantes en ubicaciones y aperturas.

Pero ahora, como lo podíamos haber previsto en base a experiencia anterior, las nubes, la niebla, el vapor, que dejamos debajo de nosotros, también suben y nos van alcanzando, y la visibilidad se volvió aun peor que antes; ahora, nos vamos a quedar aquí, no para disfrutar de una visibilidad de panorama cada vez mejor sino para esperar una visibilidad menos mala para seguir viaje; apenas si se ve a cinco metros de la nariz.

Hace una hora que estamos aquí y la situación sigue igual; no podemos perder más tiempo; o para atrás o para adelante.  Para adelante.

¡Por fin! Qué suspiro de alivio; qué sensación de liberación al emerger de nuestra celda, de nuestro capullo, de niebla de alta Cordillera; qué sensación de recobrar la vista, ahora que podemos ver más lejos que la trompa del coche.

Terminó la subida, que es por qué terminó la niebla ya que ésta sigue subiendo en el espacio en forma de nubes altas mientras que nosotros nos quedaremos ahora en una altiplanicie más o menos horizontal.

Recorrimos 40 kilómetros desde Arequipa, vale decir casi 40 kilómetros de vapor.  Estamos a una altitud de 4.200 metros.

Ahora que no tenemos más que cuidarnos de no salir del camino y posiblemente caernos por una ladera sin perdón; en una niebla cuya densidad nos reducía al estado de ciegos; en un camino de piso no muy malo pero con muchas curvas cerradas; y siempre subiendo; veamos por dónde andamos.

No más desierto absoluto como el de la costa, si bien la vegetación no pasa de escasa y raquítica.

Nuestro primer rebaño de llamas, quizás unos cien animales. Cómo yerguen la cabeza y con qué altivez nos inspeccionan.



Todas con sus adornos en las orejas