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otra parte, al nivel del mar, o sea sin el beneficio refrescante de las altitudes.

Vamos a ver si, por fin, hoy, el Museo Arqueológico de la Universidad se dignará tener la puerta abierta.

Sí, tenía su puerta abierta y Karel no se cerró la boca. Debidamente incriminó ante quien correspondía la falta de organización y la falta de consideración que es tener un portón cerrado, mudo, ciego, sin una indicación del horario del museo. Qué falta de sentido común y sentido social es cerrar un museo los sábados y domingos, justamente los dos únicos días cuando la gente no es esclava de su trabajo y puede dedicarse a cosas culturales. ¿Por qué no se cierra los deportes en sábados y domingos y no se los limita a días de semana en horario de trabajo? Y no buscó sus palabras para decirles que faltaban rótulos de identificación y sobraba mugre por todos los lados. Tal vez lo consideraron un extranjero mal educado que no tendría que haber salido de su país, pero creemos que fue un patriota peruano porque, quizás, la semilla germinará, y habrá un lugarcito que contribuirá a la fama y no la infamie del país.

El museo, en conjunto, un lugar para deprimir el ánimo, para desanimar cualquier interés latente, confirmar la convicción de que cultura es sinónimo de aburrimiento y de que lo único bueno en esta vida es el hip hip hip moderno. Qué tremendo contraste con la cueva de Ali Baba, perdón, de Cassinelli.

Estamos estacionados en la Plaza de Armas de Trujillo para tomar un par de fotografías. Mientras el fotógrafo de la Expedición estaba mirando cómo tomar una vista, le dijo un hombre, de manera reservada, "no mire atrás, pero ahí hay dos chorros que le están mirando la cámara, cuidado, son ladrones". Parece que, con tantos comentarios espontáneos, estamos en otra Colombia.



En la Plaza de Armas

Božka volvió de una despensa con otro comentario espontáneo, sobre la limpieza, prolijidad, rapidez de servicio. Casi como en Vespuccia, dijo, algo bien inaudito desde que dejamos Vespuccia.

Hablando de limpieza y prolijidad, hay, en Trujillo, escuadrones de mujeres vestidas de cirujanas, armadas de escobas, palas, tachos de basura sobre ruedas, en permanente movimiento de limpieza. Cuando decimos que están vestidas de cirujanas, no es una exageración: están envueltas de pie a cabeza en un guardapolvo, con tocado, y con una máscara cubriéndoles la boca y la nariz.  Y se puede decir que las calles son limpias que da gusto.

Ya no tenemos nada que hacer en Trujllo y alrededores; pero ahora, a principios de la tarde, no vamos a salir. Vamos a regresar a las huacas de nuestro Arco Iris y de nuestra Luna, lugar tranquilo gracias a la propia dificultad del acceso, para hacer cosas; y mañana, será pues hacia el sur.

Ah, pero para la noche - a Huanchaco.