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Esta mañana, vimos que Huanchaco es todavía lo que pensábamos que sería; pero que también es algo que no esperábamos.

Nos levantamos bien tempranito, a las cinco, todavía de noche, para asegurarnos que no nos perderíamos la salida al mar de los pescadores. ¿Por qué estos pescadores y no otros pescadores? Porque estos pescadores no navegan en ningún tipo de embarcación, sino que se ondean por los altibajos de las olas a lomo de unos flotadores fusiformes hechos de juncos totora, con la proa puntiagudamente corvada hacia arriba y la popa cortada abruptamente. Son los famosos caballitos de totora, vestigios, en este siglo XX, de una antiquísima antigüedad y totalmente iguales a las balsas ilustradas en las cerámicas mochica y chimú.

El nombre "caballitos de mar" los describe perfectamente: el pescador se sienta como si fuera sobre un caballo o una mula; con las variantes de que sus piernas pueden estar, ya sea redobladas debajo de su cuerpo, o colgando de cada lado del caballito, o extendidas hacia adelante. El pescador y su flotador de totora se vuelven un solo cuerpo, como si fuera un jinete con su caballo, y ahí van, desafiando las más altas olas - y aquí, en la bahía de Huanchaco, las olas son fuertes y ruidosas, unas tras las otras sin reparo.

Según conversamos y descubrimos, los caballitos, en toda su aparente simplicidad, tienen una forma de mucha exactitud, incluso tienen un pequeño ahuecamiento como una bodega incipiente donde el pescador mete su red; llevan más o menos cuatro horas para armar; naturalmente, hay que agregar el trabajo de juntar los juncos, que también lleva su tiempo; y su vida útil es de más o menos un mes. El remo es de una simplicidad que hay que ver para creer: una simple media caña de bambú. A tanta tecnología tan altamente primitiva se acoplan redes de pescar del más moderno y finísimo náilon; ¿por que no aprovechar lo mejor de ambos mundos?



Detalle de los caballitos

La pesca es tan poco industrial como lo son sus implementos; nos sorprendió ver que cada pescador, entre ir a recoger sus redes y volver, no se queda mucho más de media hora aflote, regresando con quizás media docena de pescados; si bien algunos pescadores retornan para una segunda vuelta por el mar, muchos, simplemente, se van.

Pero esta pesca elemental ya no es la única característica de este pueblito; se ve los primeros indicios de una estación de recreo a punto de germinar; no se puede hablar de balneario por la fuerza de las olas.

Después de observar lo susodicho, fuimos a Trujillo.