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Estas casas para muertos no eran, empero, la única modalidad funeraria local. En una falda vecina, hay una gruta donde habían sido depositadas más de 200 momias; si bien, cuando descubiertas, las momias estaban reducidas a montones de huesos, por filtraciones de aguas que las habían destruido.

Estamos siguiendo viaje en dirección a un pueblo en la llanura de Raymi, o sea la pampa de Raymi, o sea a Raymipampa, o sea, como se dice hoy en día, al pueblo de Leimebamba, siempre a lo largo del valle del río Utcubamba que, hace poquísimo, era desconocido de nosotros, pero que, ahora, sabemos que es una famosa arteria arqueológica. Es curioso ver cómo, kilómetro a kilómetro, a medida que nos acercamos a su fuente, el río se va cambiando de caudaloso y fuerte a más tenue.

Pueblo de Leimebamba.

Siempre en zona mechada con restos arqueológicos.

▪ En la escuela segundaria, vimos una momia del mismo estilo que las momias que vimos en Chachapoyas, y con buena razon: las de Chachapoyas vinieron de esta zona.  Agazapada, y con la cara sumida en las manos.



Momia en Leimebamba

▪ Un par de maestros ya se nos ofreció para llevarnos a unas ruinas "a sólo dos horas de caminata", mejor conservadas que las de Cuélap, porque, nos dijeron, todavía tienen casas de dos pisos y con escaleras en caracol. Así que nuestro pálpito, en Cuélap, de casas con piso alto puede haber sido acertado.

Recién es el principio de la tarde, pero ante tanto la incógnita del camino que nos espera como la cógnita de que tendremos que subir a cerca de 4.000 metros y bajar al río Marañón a unos 950 metros, vamos a pasar la tarde aquí, para no encontrarnos con la noche encima en algún lugar dificultoso. Trabajo no nos faltará. Podríamos quedarnos un mes en un sitio y todavía no alcanzaríamos a terminar todo lo que tenemos atrasado.

Pasamos la tarde cerca de una escuela primaria. Oímos los niños empezar la tarde entonando lo que seguramente era el himno nacional - por el tipo de melodía y por las órdenes militaristas dadas al alumnado por uno de los alumnos. Nos parece que sería mejor enseñarles a los niños que ser patriota de verdad no es dar órdenes militaristas, no es cantar el himno, no es petrificarse en una posición ritual, sino que es ser respetuoso, no ser dañino, para que los extranjeros se lleven, y propaguen por el mundo, una buena impresión de los niños y del país.

Está anocheciendo. Hay demasiada gente en Leimebamba. Quizás doble o triple de lo que se esperaría por su tamaño. Hay un hormigueo de niños, y todos, niños y adultos, demasiado metidos, poniendo constantemente en peligro nuestro carro. Dormiremos frente al puesto de la guardia civil - si es que valdrá de algo, después de la desventura en El Tingo.