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*  Aproximándose más, uno aprecia que dicha formación realmente parece hileras de piedras paralelepipédicas toscamente talladas formando lo que alguien llamó muro pero lo que cualquiera, que tenga uso de sus ojos y de su cerebro, claramente ve que no es un muro ni una pared, o sea una estructura autoportante, sino un revestimiento de la pared topográfica de un barranco pre-existente.

   Es dable imaginarse por anticipado algo fortificado construido en una relativa chatedad alto en el cerro, de tal manera que buena parte de su topografía periférica natural forma caídas rocosas fácilmente defendibles; en aquellas partes donde la naturaleza se apartó del corte vertical, los constructores corrigieron o complementaron la naturaleza rellenando el terreno natural con sus piedras escuadradas aparentando el tipo de estratificación pareja que justamente observamos en nuestro viaje hacia aquí, haciendo las fortificaciones mejor disimuladas en el ambiente de la zona.

Aproximándose más todavía, se detecta, se vislumbra una entrada al interior todavía no visible del recinto - o sea, se descubre, acto seguido - una angostura en forma de embudo, de angosta a más angosta, dominada por las llamadas paredes que no son paredes y que, en este lugar, miden hasta veinte metros de altura. Impresiona este acceso al recinto interior porque era imposible recorrer su estrechez sin exponerse a ser aplastado por piedras lanzadas desde las alturas; y al final del embudo, la entrada propiamente dicha daba - y da - paso a una sola persona a la vez.



Entrada muy característica

*  Una vez entrado al recinto, el interés aumenta todavía más.



¿Casas redondas?  ¡Poco comunes!

Uno se encuentra en un ambiente donde es fácil perderse; de casas redondas; en varios niveles y desniveles del terreno; una al lado de las otras; sus muros, fuertes, gruesos. No sacamos la cuenta, pero parece que hay unas 450 estructuras, todas así circulares; de diámetros internos de siete a nueve metros, según vimos. Es posible que por lo menos algunas, si no todas, tenían planta baja y planta alta, como se puede colegir de la ruina de una de las casas que todavía ostenta una fracción de muro de la altura de dos plantas. Además, parece que todas dichas construcciones tenían techos también de mampostería, en forma de bóveda; no por la técnica y en la forma del arco de cuña clave, sino del arco de piedras encimadas cada vez más hacia el centro, rematándose el conjunto con una última piedra plana, o sea en arco voladizo.



Techos poco comunes, también

Ya que la periferia externa de las fortificaciones - sean éstas naturales o artificiales - se amolda a la cumbre del cerro, resulta que la forma del reducto es vagamente ovalada.

Dentro del recinto principal, hay otra muralla, interna, menor, también adaptándose de manera sinuosidal al terreno; consecuentemente la morfología de esta ciudad fortificada está basada en juegos de círculos y de sinuosidades. Incluso, recorriendo la parte superior de las fortificaciones perimetrales, naturales o artificiales, se ve que antiguamente estaba provista de torreones redondos salvo una sola torre que, sorprendentemente, es cuadrada.