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Parece que los que más provecho tuvieron de su visita a Misahuallí fueron dos estudiantes franceses en farmacia quienes vinieron aquí, dentro del marco de sus estudios, a investigar y colectar plantas medicinales, lo que lograron; y especialmente a tomarse una buena dosis de la potente planta alucinógena, ayahuasca, lo que también lograron, con las consiguientes cinco horas de horrores físicos y psíquicos. Qué lindas disculpas ofrecen, hoy en día, estudios universitarios.

Por otra parte, vimos docenas de piraguas de carga trayendo plátanos a la playa para entregarlos a camioneros.

Estamos en el pueblo de Tena. Se terminó la incógnita de la cubierta dañada; perdió por completo partes de la goma despegada; ya era demasiado problemático; la cambiamos; estamos gastando de manera despareja una de las dos cubiertas de auxilio, lo que, a su vez, va a ocasionar un desequilibrio para el futuro.


Mariposa, en Tena

Pueblito de Archidona. Vimos su iglesia, con decoraciones un poco inhabituales; como ser, nichos pintados por dentro de un fuerte color verde, y ralas decoraciones geométricas de las paredes en total contraste con las iglesias de Quito. Por otra parte, dos de sus cuatro misas dominicales se celebran en idioma local.

A unos tres kilómetros de aquí, hay unas cuevas conocidas como atracción turística; vamos a ver.

Vimos la cueva.

Si fuese atracción espeleológica en lo más aventurero, entenderíamos; que se conozca como atracción turística, no entendemos. Se trata de un arroyo subterráneo que sale a la luz del día aquí, de manera que la cueva es simplemente el lecho subterráneo del arroyo; y para adentrarse, no hay otro remedio que caminar por el agua, tropezando en la oscuridad con una linterna de mano y no sabiendo dónde se va a pisar, pero descubriendo rápidamente que el agua se vuelve tan profunda que, para seguir, habría que seguir a nado. Cómo se puede seguir a nado en la oscuridad, contra la corriente, sin mojar la lucecita en la mano, o en la frente, no sabemos; si algún turista lo intenta jamás, tampoco sabemos; ni siquiera alguna grandeza o belleza subterránea para compensar el esfuerzo.

A falta de accesibilidad y de belleza, la cueva por lo menos tiene su legenda - ¿o quizás sea realidad? Resulta que, en otros tiempos, cuando dos caciques tenían repetidas confrontaciones, la cueva servía de refugio al bando que se veía en desventaja; hasta que, una vez, uno de los bandos que se había internado en la cueva para protección nunca volvió a salir. Se cree que habrá encontrado otra salida, del otro lado de la caverna - la que, se cuenta, se extendería hacia el río Napo, a varias decenas de kilómetros, quizás unos treinta kilómetros. Lo cierto es que cerca de la entrada de la cueva hay rocas con petroglifos - éstos, bastante borrados y primitivos.