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Hablando un poco de todo, aprendimos que este otro empleado también había ido, con sus hermanos, a la famosa cueva.  ¿Qué cueva?  La de los Tayos, claro.  Sin ningún propósito investigativo, simplemente por aventura; y, según nos describió las cosas, aventura fue.

Nos dijo, que se quedaron cinco horas en la espelunca; que encontraron dos banderas, una ecuatoriana, y la otra, según creen, húngara, pero no muy lejos de la entrada; que ellos fueron más allá; que, en muchos casos, no vieron gran cosa porque sus focos luminosos no lograban alcanzar la otra punta de las tinieblas; que no vieron, pero oyeron, un flujo de agua; que no solamente vieron fauna extraña, sino que atraparon y trajeron consigo una araña del tamaño de una compotera y con la cabeza del tamaño de un pequeño puño; que, lamentablemente, este monstruo se les deshizo en la mochila durante la caminata de regreso, o sea que perdió el abdomen y las patas - pero, el tórax con dos grandes quelíceros sobrevivió. Y lo pudimos ver: el tórax, del tamaño de dos o tres monedas; cada quelícero, una formidable combinación de una hilera de dientes, una hilera de cerdas, y un tremendo aguijón curvo, más como una garra de un ave de rapiña.



El tórax y los quelíceros

Parece que no solamente esta cueva dio vuelta a medio mundo, sino que también medio mundo fue a la cueva. Ahora, según nos dijo el señor Móricz, habrá que esperar unos años a ver cómo será el próximo capítulo.

Pasaremos la noche en una calle aparentemente tranquila, frente a un pequeño centro comercial íntimo y simpático. Mañana, iremos a hablar con los padres salesianos de María Auxiliadora.

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Hoy, aprendimos algo más referente a la ciudad pre-cuenquina de Tomebamba en este mismo sitio.

No se trataba de una población paraborigen cualquiera, como las hubo tantas en sitios donde luego se establecieron ciudades europeas, sino, de una ciudad paraborigen de gran importancia, favorita de los gobernantes incas; de una ciudad que era más la capital del norte del imperio inca que Quito mismo; de una ciudad que rivalizaba aun con Cuzco en la preferencia de los Incas; del lugar de nacimiento del Inca Huaina Cápac, hijo del Inca Túpac Yupanqui. Hoy, quedan solamente unos lastimosos cimientos, de varias hectáreas ya excavadas, y de otras hectáreas, cubiertas por edificios construidos hace unos cincuenta años.

La importancia de Tomebamba es tal para la fibra patriótica ecuatoriana que dicho complejo de edificios recientes, en perfecto estado de conservación y muy útiles para sus propósitos presentes, será arrasado para sacar a la luz del día todos los cimientos que se pueda, a pesar de saberse que otra cosa que >>>>>>>>