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De los objetos de oro que vimos, todos, salvo uno, nos parecieron muy más o menos. Pero el restante, una vasija, como una compotera, adornada de hermosos motivos por fuera y por dentro, especialmente de un Sol radiante en su fondo interior, es una obra de arte que se destacaría con toda facilidad entre las mejores piezas del museo de Bogotá. La funcionaria nos aseguró que hay muchas piezas así entre los objetos que algún día formarán la colección general a la vista del público. Es difícil que algún museo se pueda comparar con el de Bogotá, pero esta compotera es magnífica.

Las otras muestras de este museo, dentro de sus escuetas dimensiones, no dejan de tener algunas piezas de extraordinario interés.

Una, es un caso de dentistería cosmética. Se trata de una mandíbula inferior con sus dientes mechados de oro, o sea cada uno, perforado horizontalmente en medio de su cara, y provisto de un remache de oro, de par en par, como adorno. Dicha mandíbula fue encontrada justamente por el arqueólogo jefe del sitio de Salango que visitamos, pero en otro lugar. Se estima su edad a tan sólo unos 700 años.


La mandíbula

También vimos cerámicas antropomorfas muy elaboradas; como ser un danzante, con toda su regalía ceremonial; un músico, tocando un bombo; un hombre, con un reloj de pulsera en la muñeca, o por lo menos algo que parece ser un reloj de pulsera en la muñeca; y también un metate cuya descripción puede ser solamente de metate industrial: una piedra de unos 2,5 metros de largo y 0,5 metro de ancho, con cinco concavidades de molienda, ciertamente una empresa comunal y no casera.

\gq/ Yendo de visita en visita, y de diligencia en diligencia, no pudimos no >>>> cruzar pisadas con José de San Martín y con Simón Bolívar. De hecho, la esquina de la avenida 9 de Octubre y de la calle Pichincha, en Guayaquil, es el único lugar de la Tierra donde se puede cruzar las pisadas de los dos libertadores, del mismo momento, y en el mismo sitio, porque es aquí que tuvo lugar su famosa y misteriosa entrevista de tres días, en julio de 1822.

Tres días hablaron, sin interrupción, a solas. Sólo un sirviente les atendía. Nunca se supo nada, ambos quedaron mudos; salvo que fue durante esta entrevista que decidieron que Guayaquil sería parte de la Gran Colombia y no del Perú.

Terminado el conciliábulo, San Martín, por su parte, de inmediato regresó por Chile a Buenos Aires, y se expatrió a Francia - para nunca más volver a la Argentina en los 25 (¡veinticinco!) años restantes de su vida; y, ocho años más tarde, Bolívar, por su parte, también lo dejó todo y quiso ir a Francia - pero murió de tuberculosis antes de poder realizar su intención.

Aun después de la muerte de Bolívar, San Martín nunca habló.