español english français česky

irremediable fealdad; en comparación, aquella carpa de los paraborígenes debajo de la nieve cerca de la bahía de Hudson, aun cuando desprovista de la comodidad la más mínima, parecía un nido acogedor, apto a la existencia de sentimientos y valores humanos que aquí, nos parece, no podrían nacer y menos sobrevivir.

Nos damos cuenta de que no es la primera vez que encontramos este estilo de vida, vacío y sin esperanzas - no sólo físicamente sino, más importantemente, también intelectualmente; pero es aquí que nos surgió la idea de que, para asombrarse de grandísimas distancias, no hace falta pensar en las astronómicas distancias estelares sino que es suficiente pensar en las tremendas distancias que separan ciertos miembros de la humanidad, floreciendo intelectualmente, de otros miembros de la misma humanidad, perdidos en un vacío intelectual sin fondo, sin límites y sin remedio.

Nuestra meta inmediata, esta mañana, es el pueblito de Cayo, que será nuestro primer contacto con el océano Pacífico en Ecuador y en América meridional. Parece que, el camino posiblemente será feo porque, según se nos informó, aun cuando, aquí mismo, hace verano, en las colinas que separan Jipijapa de la costa puede hacer invierno, o sea que aquí no llueve pero más adelante podría haber lluvia y mucho - mucho - barro.  Veremos.  No podemos ir atrás.

Pasamos. Estamos en Puerto de Cayo. Pero los profundos barriales todavía húmedos de algunas lluvias anteriores, y por donde nos deslizamos a lo largo de una huella que sería más apropiado llamar un canal de navegación por barro, nos convincieron sobradamente de lo imposible que debe de ser pasar cuando llueve. Curiosamente, el punto neurálgico no se encuentra en algún bajo sino, muy al contrario, en la loma misma de las colinas.


Puerto de Cayo

Viajando de Cayo a lo largo de la costa hacia el sur.

Se presenta un abrupto cambio de vegetación; en contraste con la sequedad semi-desértica anterior, todo - o sea el terreno y lo que no vemos pero creemos que son árboles de varios tamaños - está cubierto de una manta verde sin solución de continuidad, de un tejido de enredaderas lujuriantes sólo delineando en forma fantasmal todo lo cubierto y, por ende, escondido, y que le sirve de soporte, dando, muchas veces, la sorprendente impresión de estatuas vegetales; sin demasiada imaginación, detectamos formas de un grupo de elefantes, de un dinosaurio, de un oso hormiguero, y otros animales fantásticos vegetales.

Hablando con un lugareño, nos enteramos de que este sorprendente tapiz vegetal no es lo habitual en esta zona; creció, se propagó y lo cubrió todo en tan sólo los dos últimos años gracias a lluvias que habían faltado en los siete años anteriores, cuando todo se volvía cada vez más desértico, un ciclo que se va repitiendo. En efecto, de lugar en lugar, vimos los brazos descarnados de grandes cactuses, sirviendo, en curioso contraste, de soportes a nutridas guirnaldas de hojas frescas y flores vívidas.



Los cactos en medio de la vegetación