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encontramos con la visión de una aparición casi fantasmal, y ciertamente muy sorprendente, de una banda militar de carne y huesos, del aspecto menos ceremonial y más casero que se pueda imaginar, con los soldados mezclando grotescamente sus varias alturas dispares pero tocando a las mil maravillas. Nos quedamos atónitos, con oídos y ojos abiertos; así que aquí, en Chone no más, le hacían dura competencia a las excelsas bandas ceremoniales de Vespuccia. Para poner las cosas en su debida perspectiva, nos enteramos de que no era una banda local sino la banda del ejército ecuatoriano venida de Quito para participar en unos festejos cantonales de Chone; pero aun así, la maravilla queda intacta. Incidentalmente, son estas festividades, que se extienden sobre varios días - y noches - que fueron la causa de esta noche sin descanso.

En este mismo momento, todavía a oscuras, salió de la casa de bambú, de enfrente de donde estamos, un muchachito con una gran canasta, gritando "Pán-citos calentitos", y un gallo le está contestando "Có-coricóoo"; "Pán-citos calentitos; Có-coricóoo"; le vamos a comprar algunos, ya que una vez tenemos la oportunidad de probar pancitos realmente calentitos.

De Chone a Jipijapa no hay gran distancia por el mapa o por los kilómetros pero sí hay una gran distancia por cantidad de piedras, de brincos, de tuercas seguramente aflojadas y de polvo tragado; y por colmo, sin ningún interés que compense la pena salvo la presencia de cantidades bastante nutridas de ceibos con sus combinaciones de formas de tronco y ramas, expresivas de una manera casi humana - es seguramente de ellos que viene la inspiración de dibujar un árbol en forma humana para expresar sentimientos o pensamientos humanos; hasta tomamos de algunos de ellos unas fotografías muy antropomorfas, más precisamente muy ginecomorfas, no aptas para todo público.



                                                      Algunas de las arrugas y de las formas

Estamos estacionados en las afueras del pueblo de Jipijapa, en una loma tranquila, con una agradable brisa, y el Sol diluyendo poco a poco sus rayos para la noche; ya fuimos al cuartel de policía del pueblo antes de venir aquí para apalabrarnos el estacionamiento para la noche, y allí regresaremos cuando anochezca.

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Anoche, cuando regresábamos de nuestra colina vespertina a nuestro dormitorio frente al puesto de policía, ya de noche, muchas viviendas tenían su interior iluminado eléctricamente, y las ventanas y/o puerta abiertas. No resistimos la indiscreción de echar una mirada dónde y cómo pudimos.

No estamos muy seguros de que se pueda hablar de viviendas - más apropiado sería galpones de vivir: seguramente alguien con un don más sutil de observación y de expresión podría analizar y explicar lo que nosotros podemos solamente sentir, una terrible impresión de decaimiento, de degradación, de >>>>>>>>