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costado, desde arriba, desde abajo, desde muy cerquita - cambiándose efímeramente en neblina y hasta garúa - desde lejísimos - amontonándose alrededor de la masa helada del Cayambe - siempre adaptándose, y haciendo visibles las varias y cambiantes corrientes térmicas.

Volviendo la mirada hacia los cerros más cercanos e inclusive el terreno en el cual estamos, se nos hizo evidente la fragilidad, por lo tanto el potencial de sólo una corta vida, de la cordillera alrededor de nosotros - o por lo menos de sus capas externas que están a la vista. Se trata no de macizos de roca sólida sino de espesas capas de cenizas volcánicas en permanente estado de aludes, desde aludes microscópicos, en los cuales pudimos observar 10 ó 20 ó 30 granitos de ceniza deslizarse unos centímetros por la acción eólica, a nuestros pies, a dos aludes, felizmente en una ladera alejada, que detectamos, primero, por el sonido estremecedor, y localizamos, luego, con la vista.

El color de la ceniza va del gris más puro a un ocre clarito.

A pasos de donde estamos, la capa de ceniza presenta dos particularidades. En un lugar, hay, en la capa, una cavidad llena de piedras volcánicas, tan livianas que tuvimos la idea de poner algunas en agua; efectivamente, flotaron - hasta empaparse, cuando se fueron al fondo. Y en otro lugar, la capa sirve de nido de abejas salvajes, que probablemente es el nido más fuerte, inexpugnable y caliente que exista, un nido escarbado en galerías dentro de la capa misma de cenizas, con docenas de entradas.



Las entradas de las abejas salvajes en la ceniza

Para la noche de este domingo a mañana, nos hubiese gustado quedarnos en el magnífico lugar donde estamos pero no queremos forzar nuestra suerte, no queremos pasar una segunda noche en esta soledad; si bien nos parece que nada ocurriría, vamos a corrernos al marcador de San Antonio, el más reciente, que ni siquiera está terminado, y pernoctaremos allí.

Hicimos bien en volver a San Antonio ya sin la confusión de la primera llegada.  Este sitio ofrece más que lo aparente a primera vista.

ø| El pedestal es tan grande que es posible entrar en su interior; y está realzado por un despliegue de instalaciones afines.

ø| En el pedestal, no solamente se puede entrar sino que habrá, cuando todo esté terminado, un vertibús para subir y bajar sus diez pisos internos, ocupados por un museo etnográfico, y para llegar a una plataforma de observación justo debajo del globo terráqueo en él colocado.

ø| A más del pedestal hueco y de su globo, hay, todavía sin terminar, cuatro pabellones de exposición, uno, de Ecuador, uno, de Francia, uno, de Alemania, uno, de España, y también hay un planetario.

ø| Y hay un paseo de acceso, orillado por los bustos de trece sabios; misericordiosamente, el paseo de acceso no está en la línea ecuatorial sino >>>>>>>>