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dicha incógnita tiene que ocurrir, todo ello subrayado por un decidido movimiento en semicírculo de la mano directamente hacia el cielo.

De todos modos, por el juego de las probabilidades y por un paciente cotejo de varias indicaciones, pudimos llegar al cementerio.

Veamos si lo que venimos a ver es cierto.

Parece que los cipreses del cementerio de Tulcán son tallados de tal manera que, según sus entusiastas, representan el arte de la jardinería ornamental en su apogeo. Acordándonos de los árboles y arbustos tallados, con tanta maestría de tijera y tanta exuberancia de imaginación, que captivaron nuestro interés en Guadalajara - creemos que fue, nos preguntamos cómo podría haber otras esculturas verdes que se merecerían el calificativo de apogeo.

Sí, nos llevamos una sorpresa; a la vez ilustración de la verdad de que muy difícilmente se puede decir que tal cosa o tal persona es lo mejor en su renglón - más probablemente lo mejor en un renglón es todo un selecto grupo de cosas o personas, cada cosa o persona, excelente a su manera.

En cuanto a inspiración, estas esculturas de arbustos y árboles, aquí en Tulcán, son tan diferentes de las esculturas de Guadalajara que nunca un mismo cerebro podría haber inventado ambos estilos. Mientras que, en Guadalajara, los temas son de fantasía, y hasta fantásticos, desde un jinete a lomo de burro, con el mítico sombrero mexicano, hasta dinosaurios peleando, aquí, la exuberancia de imaginación está sólidamente asentada en sobriedad y hasta profundidad de inspiración, con columnatas arquitectónicas, con arcos decorados de bajos relieves, con figuras antropomorfas de estilo indígena, tanto en el estilo que vimos en La Democracia, en Guatemala, como en el que vimos recién en Tierradentro.



En el cementerio de Tulcán

En cuanto a factura de ejecución, es tan buena como la de Guadalajara; quizás se podría decir que, aquí, se nota todavía mejor la perfección, por la pureza del estilo.

O sea, cualquiera de estas dos muestras del arte de la dendroescultura ornamental en su apogeo es interesante; pero más profundamente interesante todavía es ver ambas, ver que puedan existir dos expresiones tan diferentes en este arte escultórico viviente, tan poco practicado, por lo menos a este nivel de excelencia, y tan poco conocido.

Lamentablemente, no se puede decir que el susodescrito despliegue de arte topiario embellece las últimas moradas de los difuntos; ni siquiera se puede decir que está realmente en el cementerio; hace más bien de velo separador entre el mundo de los vivientes y el mundo de los muertos, un mundo de los muertos que ni siquiera se puede llamar cementerio.