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permean las indicaciones viales de Colombia, y permeaban las de Panamá, y antes de Panamá, ya ni nos acordamos. Estos policías, por lo menos, habrán entendido nuestro razonamiento porque nos separamos con un apretón de mano.

Hablando de indicaciones viales, ya ni lo mencionamos, pero se entiende que cada cruce, cada empalme, sigue siendo un juego de adivinanza, y que, en la mayoría de los pueblos, la única manera de enterarse del secreto de su nombre es preguntarle a la gente.

Acercándonos al pueblo de Gigante, el ambiente va cambiando; las serranías que, hasta ahora, desfilaban en los horizontes tanto derecho como izquierdo, se fueron aproximando una a la otra, y nos encontramos otra vez en topografía serrana con todas las sinuosidades que ello supone, y subiendo; estamos oscilando en los 700-800 metros; la vegetación se ha vuelto más pobre, reducida a pastajes bastante pelados.

Pasamos por el pueblito de Hobo, autodenominada capital cacaotera de Colombia.

Pueblo de Gigante; sin ningún interés, salvo la multiplicidad de teorías en cuanto a su nombre: una teoría, por el ceibo extendiendo sus ramas por encima de la plaza central y que, nos consta, es de tamaño gigantesco; segunda teoría, por un cerro en la vecindad que, desde cierto ángulo, tiene cara de gigante; tercera teoría, por el nombre de una hacienda que existía en el sitio antes de la fundación del pueblo; cuarta teoría, por haberse encontrado en la vecindad huesos de tamaño gigantesco.



Ceibo en Gigante

A 60 kilómetros del pueblo de San Agustín, estamos siguiendo las sinuosidades, laterales y verticales, de un agradable paisaje de sierras verdeantes y de campiña cultivada, con, a la vista en este mismo momento, plantaciones de papayas, de café y de bananas, y grandes extensiones dejadas, sin embargo, para pastaje natural también.

En lo que va del día, hemos visto varios lugarcitos llamados Buenos Aires; ya se van acumulando tantos Buenos Aires, desde negocios a fincas a pueblitos que se está volviendo aburrido llevar la cuenta, si bien sigue interesante la atracción que, evidentemente, ejerce dicho nombre.

Tres kilómetros más allá del pueblo de San Agustín. Estacionados frente a la entrada de un Parque Arqueológico, lo que no suena lo mismo que Zona Arqueológica. En las serranías de cabecera del río Magdalena; qué largo es este río; ¿cuánto tiempo tardará el agua para llegar de aquí al mar Caribe?

El día nos está terminando con una sorpresa del tipo escaso, o sea del tipo bueno: llegamos frente a este Parque Arqueológico junto con el anochecer, y vamos a poder dormir aquí, en la naturaleza, lejos de las calles y de sus limitaciones; va a ser la primera vez que dormiremos en nuestro vehículo en la naturaleza desde antes de la ciudad de Panamá.