español english français česky

la prueba fehaciente de ello fue un coche destrozado herrumbrándose en un repliegue del terreno, tragado por la vegetación.

Por la topografía de nuestro propio derrotero y por el documentario que vimos, nos es evidente que la noción que escuchamos de cruzar el Darién con diez macheteros a razón de tres kilómetros por día es una ilusión. La única manera concebible de hacerlo es, habiendo visto lo que vimos, la operación de recursos técnicos y financieros ilimitados de la Expedición trans-América, como una empresa de abismal vaciedad.

Finalmente, a las 14:10, llegamos al famoso Palo de las Letras; el único punto de toda la frontera panameño-colombiana con un nombre generalmente conocido, y el único que figura en los mapas de la zona.

Palo, en la terminología del Darién, no es un palo sino un árbol, así que entiéndase Arbol de las Letras.  Arboles, por cierto, no faltaban, pero no vimos ninguna letra; parece que el topónimo viene de un árbol con misteriosas inscripciones que se habría visto mucho tiempo atrás - por lo menos así lo escuchamos, y sin garantía, naturalmente. Lo que sí hay es un mojón fronterizo de mampostería, en estado bien ruinoso.

En otros tiempos, antes de 1903, no hubiéramos cruzado ninguna frontera aquí porque en aquel entonces Panamá y Colombia eran todavía un solo país.

Después de las fotografías de rigor en una frontera en plena selva, y de un descanso, enfrentamos más andar difícil.



Frontera Panamá/Colombia

Un terreno muy escarpado; a veces, si no totalmente vertical, ciertamente a un ángulo de 70 grados, con tierra arcillosa sumamente resbaladiza. Varias veces, nos caímos, y así se cayeron, en un momento u otro, nuestros guías con todo el peso de sus cargas, cargas mayormente en las espaldas pero parcialmente también agarradas por una faja alrededor de sus frentes.

Con los tres guías-portadores que habíamos contratado, también habían venido - sin consultarnos, ni siquiera avisarnos, naturalmente - dos muchachitos, para que hicieran su aprendizaje; uno de ellos andaba al frente con un machete en la mano, cortando, de vez en cuando, plantas, ramas, lianas, para abrir el paso.

Y vegetación, por cierto, había - casi lo único que había; desde plantas pequeñas, entiéndase no más altas que un hombre o dos, en masas tupidas, hasta árboles gigantescos, con raíces que eran un espectáculo de por sí, imposibles de imaginar por personas de clima templado: raíces como tabiques, como para dar albergue a los animales de la selva; raíces como contrafuertes, como para asegurar que el gigante no se vaya a tumbar; raíces con la forma y los pliegues de patas de elefante; también extraños grupos cónicos de raíces rectas, saliendo cada raíz del suelo en un lugar diferente de un círculo y >>>>>>>>