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En seguida fue obvio que necesitaríamos tres guías, por el peso de lo que llevamos, ya que los guías también nos servirán de portadores. Nos enteramos de que se trata de una marcha de quince horas, repartida en dos días. Arreglamos con ellos; pero, por el asunto del tobillo, será recién para pasado mañana; así que tendremos aquí un descanso de dos días - el que pasó hoy y el de mañana.

Pero, no nos sentimos muy cómodos: una espera tan larga, todo el día; ahora, este encuentro, a último momento, y ya de noche, cuando ni siquiera les pudimos ver la cara a los nuevos guías - y los guías de la piragua se van mañana.

Nuestra estrategia original había sido que saldríamos de aquí con nuestros nuevos guías antes que, o a lo más tardar en el mismo momento cuando, los guías de la piragua se volverían aguas abajo, para tener la seguridad de no encontrarnos aquí sin nuestros guías originales y sin guías nuevos por falta de palabra; pero así, con el atraso causado por el tobillo, y por este encuentro en las tinieblas, la situación parece un poco precaria. Por todo ello, nos arreglamos con los guías de la piragua para que se queden un día más.

Incidentalmente, la choza vacía que se nos asignó es una choza comunal vacía, que vamos a compartir, en buena costumbre indígena, con nuestros guías y familia; nosotros dormiremos en nuestras hamacas, y ellos, en una estera de medias cañas aplastadas, en el suelo de tierra apisonada; hay un fuego de leña en el puro piso, entre ellos y nosotros, para el uso de ambos, con el humo saliendo por los intersticios entre las paredes de cañas y el techo de tiras de hojas de bananos.



La choza adentro: la parte ocupada por los guías

Estamos probando una vida de antigüedad multi-milenaria; la última y única vez cuando vimos esta situación en el pasado fue en un modelo a escala, en algún museo.

Vino la realidad de los murciélagos vampiros: no, en la selva y en las playas de los ríos, no los hay, pero en los pueblos, y por ende aquí, sí los hay. ¿El remedio? Quedar vestido de pies a nariz o dejar una pequeña luz prendida toda la noche para alejarlos; nuestros guías dejarán prendida una pequeña lucecita de querosén.

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Ay, qué noche fue ésta.

Anoche, sabíamos, ya antes de acostarnos, que habría una fiestita en el pueblo; resultó ser un ininterrumpido infierno hasta ¿cuándo - la una, las dos, las tres? hasta las tres y media de la madrugada. En plena selva, tropezamos con una de las maldiciones de la llamada civilización, la tecnología del uso infra-humano de la amplificación de sonido a presión, que >>>>>>>>