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En particular, todavía estamos bajo la sorpresa y la impresión de un tipo de escultura que nos parece muy diferente de cualquier otro estilo del cual tenemos conocimiento. Dichas esculturas tienen dos rasgos notables.

Primeramente, el tema, inhabitual, a saber dos personajes, uno parado, y el otro, sentado ... sobre los hombros del primero.



Tema inhabitual, y ¿por qué en Panamá?

En segundo término, la diferencia de tipos raciales entre el personaje cómodamente sentado en los hombros y el personaje parado llevando el peso del sentado: el personaje sentado en los hombros del otro, o sea superior, no tiene, en ningún caso, rasgos llamados mongoloides, sino claramente de un tipo levantino, en el sentido de mediterráneo-oriental; mientras que el personaje inferior, el parado, llevando el peso del personaje superior, siempre tiene los rasgos, totalmente diferentes, de una raza no blanca; además, los personajes superiores sentados llevan, en la cabeza, en cierta forma de compensación estética de su boca y barbilla pronunciadamente puntiagudas, un sombrero puntiagudo cónico, en el cual, entendidos en cosas mediterráneo-levantinas tomarán deleite en ver un típico henin fenicio, y entendidos en cuentos de hadas tomarán deleite en ver un típico tocado de bruja: de todos modos, algo notablemente extra-americano en América pre-colombina.

Y parece que nadie encontró todavía una explicación aceptable de lo susodicho. Muy característico y muy interesante, en verdad.

■   Luego, fuimos a visitar la iglesia de San José. Su altar mayor es de oro y tuvo su aventura: fue salvado de la rapiña del pirata Morgan, gracias al ardid de haberlo pintado urgentemente de negro. Si no fuera por su historia, es un tipo de altar que se miraría quizás dos veces, no tres.

Al salir de la iglesia, nos dimos cuenta de que no estábamos lejos del muelle fiscal de Ciudad Panamá, un lugar que nos habían mencionado en Puerto Lara como posible fuente de información en cuanto a la disponibilidad de barcos desde el Darién hacia Colombia. Decidimos ir.  ¿Para qué ...?

Fue una odisea encontrarlo, incluyendo todo lo ya dicho en cuanto a la confusión y falta de nombres de las calles; con la agravante de que la gente no sabe dónde están las cosas; y, cuando lo sabe, no sabe cómo dar direcciones de manera inteligente.

Y no nos acordamos si ya mencionamos que muchísimas calles de una sola mano no tienen ninguna indicación de cuál es la mano y, por ende, cuál es la contramano, la contravía como dicen aquí; de manera que hay que ir por evidencias circunstanciales, como ser que todos los coches van en una sola dirección; y el que no sabe y no tiene evidencias circunstanciales, se mete a contramano sin saberlo - como nos ocurrió más de una vez - para encontrarse frente a frente con un coche en dirección opuesta.

Todo, llanamente increíble.