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suelo a la derecha, los hombres, parados a la izquierda; desde atrás, de las mujeres, se veía solamente un mar de cromáticas mantas en las cabezas.



Cuando no hay más lugar adentro, en San Antonio

Hay que reconocer que, de cerca, el sistema de altoparlantes repartidos tanto en el interior de la iglesia como entre las dos torres afuera estaba bien calibrado y servía su propósito de aumentar sin distorcionar la voz del padre - el primer tal caso feliz que encontramos; y hay que decir que el padre hablaba bien.

Estamos saliendo del pueblo por la misma calle de acceso. Ya algunos puestos empiezan a mostrar sus mercancías; la mayoría de la gente empezará a ocuparse de sus negocios después de misa, pero, evidentemente, para algunos, las prioridades son diferentes.

Por otra parte, para qué ir a misa, se puede argüir, si uno asiste a misa, quiera o no, desde cualquier punto del pueblo por los altoparlantes tronando.

Nos estamos alejando del pueblito de San Antonio de las Aguas Calientes por un caminito polvoriento y angosto de unos seis kilómetros hacia el asfalto.

A nuestra nueva meta, a la "Muy Noble y Leal Ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala", alias Guatemala Antigua, alias Antigua, llegamos antes que Dios.

En frente de la primera iglesia que encontramos, la de Santa Lucía, recién se anunciaba el día del Señor, en dos idiomas, el paraborigen y el cristiano:

/•\ había dos paraborígenes en la explanada, tocando una flauta de sonido agudo y un bombo, en tonos muy parecidos a lo que escuchamos en la iglesia de Chichicastenango;

/•\ y había, en los dos campanarios de la iglesia, tres hombres tocando, cada uno, una de las campanas, un verdadero trío de tan exclusivo arte; interesante fue verlos en los campanarios, tocando cada uno su campana a mano, y todos bien sincronizados.

Unas cuadras más lejos, llegamos a la vieja y venerable iglesia de La Merced, una de las muy pocas estructuras dejadas en pie de la Guatemala Antigua. Hay que reconocer que tiene pilares que literalmente ningún terremoto pudo mover.

Se preparaba una gran festividad, la visita del Señor Obispo; el acceso al templo estaba cubierto de un tapiz formado por una capa básica de agujas de coníferos, a su vez cubierta por una capa de pétalos de flores, con, naturalmente, en un lugar, la decoración adicional de un crucifijo hecho de pétalos de color contrastante.

Unas cuadras más lejos, vimos otra iglesia en ruinas.

Y unas cuadras más lejos, vimos el convento de Nuestra Señora de la Concepción, también en ruinas, lo más interesante entre las ruinas por el >>>>>>>>