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siempre delante de nosotros, decidimos que no iríamos a arriesgar una cosa por la otra; tanto más que siempre tenemos la posibilidad de volver, con más tiempo, si las circunstancias así lo indicaren, cuando vayamos regresando por México hacia el norte.

Un resultado imprevisto del desvío hacia las grutas de Juxtlahuaca, y totalmente sin relación con éstas, fue que una de las personas con las cuales hablamos resultó ser una maestra local; y hasta la llevamos con nosotros de un pueblo a otro, teniendo así la oportunidad de platicar con ella de cosas otras que las grutas. Hay que aclarar que dicha digna maestra era, si no 100/oo, por lo menos muy cerca a 100/oo, de sangre paraborigen.

Así aprendimos que hay todavía personas, como ella misma, que miden su inferioridad por la oscuridad de su tez; tuvimos que ir convenciendo a la maestra de que gente de tez clara no es necesariamente, y por ese solo hecho, mejor que ella; también fue un gran descubrimiento para ella cuando le explicamos que no toda la gente de tez clara es necesariamente vespucciana. Y cuando le detallamos ciertas de las cosas de Vespuccia como realmente son, fue un descubrimiento para ella, y en proporción directa sentimos su orgullo de mexicanidad crecer en ella.

De vuelta por el camino hacia Acapulco, nos esperaban más curvas, más grandes vistas, y más colmenares - prácticamente no hay manera de parar al borde de la carretera por las colmenas.

Finalmente, empezó a cambiar el ambiente, con la presencia cada vez más aparente de ojos de agua, y la cantidad cada vez más nutrida de cocoteros. Pero la topografía hasta Acapulco, hasta adentro de Acapulco, siguió la misma, arrugada.


En camino, en El Km 30, transporte escolar

Con una buena imaginación, es posible ver, en una representación mental, lo atractiva que debía de ser la bahía de Acapulco en otros tiempos, hace mucho idos, cuando Acapulco tenía quizás 1/oo ó 0,5/oo de la gente y de las construcciones que tiene ahora - pero ahora, es un desastre. Su único aspecto positivo quizás sea que sirve de desahogo a personas con ciertos desequilibrios emocionales; hay que ver a los turistas, disfrazados con ropas obligatoriamente veraneantes, tratando desesperadamente de ocupar el tiempo con algo - con cualquier cosa.

Felizmente, Acapulco tiene un interés, quizás menos visible, pero más profundo. Es a Acapulco que llegaban los galeones transpacíficos procedentes de las islas Filipinas con mercancías que luego se encaminaban por senda transcontinental de Acapulco a Veracruz para luego seguir viaje por galeones transatlánticos a España. Mercancías de lujo debían de ser para justificar y aguantar tan costoso flete y tan alto potencial de peligros varios.

De aquellos tiempos, todavía queda el fuerte - o la reconstrucción del fuerte - de San Diego.