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Todos los pueblos tienen su iglesia - inclusive sus iglesias - que aquí ni llaman la atención por lo habitual que son; pero muchas de estas iglesias serían una joya en cualquier pueblo de Vespuccia o Canadá.

Un lamentable mejoramiento modernístico de las iglesias, del cual ya aprendimos a tener miedo, es la presencia de altoparlantes, en cada pilar dentro de la iglesia y todo alrededor del campanario fuera de la iglesia, con el resultado garantido de que no se entiende ni una palabra de lo que dice el cura.

Pasamos cerca de un inesperado y solitario géiser, trayendo recuerdos de Yellowstone y de las centrales electrógenas geotermales de Alta California.

En otro tema, nos dimos cuenta de que no todos los mensajes pintados en las paredes son de corte político; también hay mensajes como "Ten un Buen Trato con tus Hijos" - "La Ciudad es Hogar de Todos, Consérvala Limpia" - "El Trabajo te Fortalece".

Acabamos de pasarnos casi dos horas en un pueblo de nombre muy poco paraborigen, La Cantera, pero con todo lo demás bien paraborigen, especialmente el miedo pánico de la gente, niños y adultos, a ese temible aparato, la cámara fotográfica.

Nos estacionamos en un lugar estratégico, o sea con el parabrisas en la sombra y, por los injustos medios de un telelente, y también de un lente mediano provisto de un lente de espejo de 90 grados, tratamos de tomar unas fotografías sin que la gente nos viera; pero más fueron las fotografías que no tomamos que las que tomamos: apenas alguien se avivaba de que teníamos cámaras fotográficas, entraba en pánico.

[▪] Pasaron por el lugar tres niñas, de seis a trece años, con cántaros para ir a buscar agua - cuando se dieron cuenta de las cámaras, se quedaron petrificadas como tres estatuas, empezaron a retroceder, luego decidieron que quizás podrían seguir, otra vez retrocedieron en estupor, y finalmente se escondieron detrás de una casa del otro lado de la calle, desde donde, durante los diez próximos minutos vimos solamente narices asomarse de vez en cuando; finalmente, decidieron enfrentar el peligro con valentía y siguieron camino - por el lado donde estaban.



Las tres niñas

[▪] Mientras tanto, se acumularon a un lado de nuestro vehículo dos o tres docenas de niños y niñas; empezamos a hablar con ellos, por lo menos con los tres o cuatro bastante valientes como para hablar, y en un momento dado Karel apuntó una cámara en chiste hacia ellos, y todos dispararon instantáneamente como una nube de gorriones, regresando en seguida cuando lo vieron guardar la cámara.

[▪] Una mujer que pasaba con un cántaro de agua en la cabeza sin preocuparse de nada, apenas se dio cuenta de nuestras cámaras maléficas, se cubrió la cara con su manta.