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Vimos unas fotografías de los dibujos de esta cueva; éstos parecen muy interesantes: son de varios colores, no son geométricos, sino con representaciones de hombres y animales - lo curioso es que los hombres parecen llevar pantalones, lo que, a más de curioso, fácilmente podría ser sospechoso; sin embargo, parece que son pinturas aceptadas por los entendidos como auténticas.

Por otra parte, tuvimos la confirmación de que la cueva de San Borjita que descubrimos ayer en el mapa es la cueva San Borjita de los dibujos que nos interesan. Considerando que todas las cuevas son de acceso muy dificultoso y muy largo, decidimos limitarnos a la que nos resulta la más interesante, la de San Borjita - sin por ello no respetar la de Las Palmeritas, muy al contrario.

Estamos descubriendo cada vez más que Baja California tiene verdaderos tesoros de arte rupestre de nivel internacional, pero totalmente desconocidos, ignorados, salvo por unos pocos especialistas; y por colmo, según nos enteramos de la boca del experto local, de especialistas extranjeros, porque los que tendrían que ser los especialistas mexicanos, y las autoridades que tendrían que ser los curadores mexicanos, se despreocupan como si las pinturas no existiesen; y son los lugareños interesados en el tema quienes tienen que preocuparse para proteger las pinturas contra los desmanes de vándalos quienes, en tiempos pasados, ya habían empezado a romper las rocas con los dibujos rupestres para llevarse éstos.

Con todo, nosotros decidimos pues guardar nuestras energías para la cueva de San Borjita; si, por alguna razón, no lográsemos ver dicha cueva, regresaremos a ésta, salvo que, mientras tanto, se nos presente una tercera oportunidad de interés. Vamos a ver.

Anocheció. La puerta de la iglesia sigue abierta; nosotros vamos a salir del pueblo a pasar la noche en el desierto.



La iglesia

Ah, nos íbamos a olvidar. En un momento dado, se nos aproximaron dos muchachos de unos 13 ó 14 años, nos preguntaron qué hacemos y, por una lógica que todavía no entendemos, preguntaron si recibimos correspondencia; en otras palabras, tenían interés en estampillas de correo. Justamente para tal circunstancia habíamos llevado con nosotros toda una caja llena de muchos centenares de estampillas; así, la caja tuvo su primer uso, y con mucho gusto les dimos probablemente más de un centenar de estampillas; había que ver la mezcla de educación, interés y respeto en estos dos muchachos, un elemento intangible en su comportamiento que no se encuentra en la juventud de Vespuccia y de Canadá, aun en la juventud que se comporta correctamente; en realidad, lo mismo se puede decir de los adultos, de una cultura y de la otra.

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